Ensenadense por vocación

Mis investigaciones nacen de una pregunta: ¿qué significa ser ensenadense? Por alguna razón, por las razones que hubieran sido, nací en Ensenada. Y por las razones que fueron, me tocó permanecer en Ensenada. Aquí viví mi infancia, mi adolescencia, mi juventud. En esta ciudad marché por mis ideas, codo a codo con otras personas que pensaban igual que yo. Esa ciudad me dio mucho. En esa ciudad tuve la grata experiencia de conocer una universidad, un centro de investigación, batas blancas, matraces y biólogos. Me dio el mar de media noche y la serena mirada del barco atunero a lo lejos. Me dio un aire fresco que respirar, bálsamo natural. Me dio también una visión multicultural –casi a la fuerza: gringos, chinos, rusos, japoneses, oaxaqueños, chiapanecos, guerrerenses, michoacanos, sinaloenses. Pero todo eso venía en mareas. En algún momento traté de pisar fondo, agarrarme a algo, quería encontrar la fibra fundamental que hilaba todo aquello. ¿Qué significa? ¿qué significaba que viviera en Ensenada? ¿significaba algo o sólo eran conatos de un adolescente en busca de identidad? Intuitivamente empecé a escarbar. Me encontré con adultos confundidos de mis preguntas. Una ciudad con un pasado que casi nadie recuerda. Una tierra saqueada y poco respetada.

Conocí Ensenada de distintas maneras. Por su gente, por caminar sus sierras y campos. Al saber de su flora y fauna. De tal manera que cuando buscaba mi vocación, miraba a mi alrededor, con ánimos de encontrar ahí el llamado.

Pero a nuestra generación se nos privó de los shamanes y brujos; de las pitonisas y los oráculos.

Y la posmodernidad vino a hacer de lo suyo: los adultos ya no responden a la pregunta, la evitan al decir que ya no tiene sentido una respuesta, que "ya no hay significado". No existen las identidades regionales, sólo la gran cultura masa global. En su brillante capacidad intelectual, pueden nombrarlo todo pero no pueden ni se atreven a establecer significado. Nombrar no es dotar de sentido.

Me niego, bola de perezosos y cobardes. Quédense con su ciencia y su filosofía posmoderna.

Tal vez, mi respuesta no estaba en el pasado inmediato, sino más atrás. Un poco de historia de Baja California, un poco de historia de México y Estados Unidos, las misiones y luego, los grupos más antiguos que habitaron la región.

Y me vine a enterar de un país al que no le importamos. Una región construida por nómadas, del río colorado, del lago mohave, de países de oriente, de países europeos, de gringos en busca de oro, de militares recompensados por una labor que en estas tierras era irrelevante.

Ensenada fue construida en un "por mientras". Y ese Por mientras se convirtió en nuestro Siempre. Nos convertimos en quienes habitamos el pueblo de paso.

¿Valdrá la pena reconciliarnos con la región?

De esta manera, en busca de identidad, estudié Ciencias de la Comunicación. Tenía la intuición en que las humanidades me podrían ayudar a pensar algo nuevo. Si no había shamanes, habría que buscarlo en las letras. Pero también me encontré con un espacio inmaduro (pero madurando). Un espacio para la libertad de expresión, pero desorientado. Un miedo a orientar terrible, un miedo a tomar el rol de shaman del pueblo. Al parecer, eso que buscaba, se colaba entre los dedos de las manos pulcras de los académicos.

Lo busqué en otras áreas, y entre arquitectura y diseño tampoco lo encontré.

Y vine a encontrar una gran parte, un trazo de camino, trabajando. En proyectos en donde se ensucia uno las manos con los datos. Recorrí valle de Guadalupe y conocí de todo. El jornalero, el enólogo, el niño del rico que nunca tendrá que trabajar 8 horas en una maquiladora. Gracias a esa experiencia, y con Roberto y Elizabeth, y Tito y Damián, vi otros lados de Ensenada que parecían ocultos. De repente, vi el mar.

Ya con anterioridad había iniciado una relación con la comunidad. Como scout había viajado a los alrededores, pero no había apreciado la riqueza. Esa apreciación vino después. Vino después de trabajar con Roberto, pero también vino después de viajar por México, y luego por Europa y Estados Unidos.

Fueron los viajes, de cuerpo y mente, los que le fueron construyendo la pregunta a una respuesta que aún se escapaba a definiciones: ¿quién soy? pero claro: ¿quién soy con respecto a los otros?

Porque no existe individuo sin sociedad; eres tu comunidad, pero entonces, quién o qué es mi comunidad. ¿cuál es la definición de mi comunidad? porque en esa definición estoy yo.

Me quedaba claro que no soy México. Lo siento mucho, pero no. Esa idea es ajena, impuesta desde el centro. Sea lo que sea que sea México, con sus héroes nacionales y su cultura prestada de otra cultura que también la tomó prestada, Aztecas, Españoles y Mayas. No, ni me defino con ellos ni comparto ideas fundacionales. Baja California tiene algo distinto, una identidad que parece surgir en venas saladas de arena y mar, de desierto y pinos. Un sistema nervioso silencioso pero vivo. La Baja California navega el mar como las grandes ballenas, silenciosa y agraciada, y tiene una piel camuflajeada: si no guardas silencio, si no prestas atención, pasa de largo. No lo reconocí hasta mucho después, como un recuerdo. Aquella vez que, junto con mi padre, mi hermana y mi abuelo viajamos por la Baja California hasta La Paz. En ese momento no tenía sentido, pero ahora que lo recuerdo, ahora que recuerdo a mi abuelo sentado en el borde de la camioneta en una madrugada de verano mirando el mar de algún pueblo perdido, ahora puedo escuchar un sonido que en ese momento no le presté atención. Ahora podía escuchar el palpitar de mi tierra.

Pero esto no fue suficiente. Tuvieron que pasar marchas contra el gobierno para reconocer a otros que sentían algo por esta tierra.

También tuve que hablar sobre el corazón de la tierra. Hablarle. La otra llave fue la lingüística: a través de las palabras y sus formas, descubría una magia, el nombrar a la naturaleza y a tu gente, con sentido; cada palabra no era una mera etiqueta, una superficial nomenclatura, era un pasado, eran espejos de otros tiempos, de una misma tierra, esa tierra en la que había nacido. Cada lengua se me presentaba como una flor. Le preguntaba y con profunda generosidad se abría ante mí. Descubrí la magia: las palabras antiguas y su poder sagrado de viajar en el tiempo. Las lenguas milenarias de la Baja California me contaban de otros momentos, de otras relaciones. De esta manera, al ir con los antiguos pobladores, supe de sus historias sobre esta tierra. En una casa en el desierto, Nina me presentaba un telar para que yo aprendiera a tejer; para que recuperara lo que casi me arrebatan en mi inexperiencia.

Nací ciego, y aprendí a mirar caminando; pero no sabía a dónde voltear a ver, y fue la antigua profesión del iniciado a través del poder del lenguaje, la que me enseñó a observar.

Silenciosa, la pregunta, se me iba revelando: ¿qué significa ser ensenadense?

Y en un momento se me brindó una voz para responder algo:
significa el atún del pacífico, el oro del real del castillo, su queso y el vino de santo Tomás y valle de Guadalupe;
significa una misión en medio del desierto, un oasis y cerros que se dibujan a lo lejos como acuarelas;
significa lengua, lenguas distintas, extrañas al español, que supieron nombrar el corazón mucho antes de que los españoles supieran cómo navegar el mar.
significa una colonia menonita, rusa, japonesa, china, italiana;
significa un casino que se hizo espacio frente a los brazos del mar;
significa el valle, muchos valles, generosos.
significa fresa, uva, piñón, bellota, algodón, calabaza y trigo;
significa abulón, camarón, totoaba;
significa ballena jorobada, ballena gris, vaquita marina, tiburón ballena;
significa investigar, y una profunda curiosidad de la naturaleza y del hombre;
significa caminar en el malecón un día melancólico de humanidad, y sentir que el mar te da paz;
significa guardar silencio en el desierto, y sentir que el aire te deja descansar por un momento;

No obstante, a pesar de poder enunciar significados, sigo sin captarlo. El significado es colectivo, y puedo enunciar algunas ideas, pero, me es más importante sembrar aquella pregunta y esperar, rezar porque me toque probar de los frutos que esas ideas puedan traer a mi alrededor. ¿Qué significa para ti ser ensenadense? ¿qué te gustaría que signifique?



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