Arkwes, el nuevo silicero.

Durante una semana, Arkwes caminó por el centro histórico de Lavanda. Deseaba con toda su fuerza que aquellos espíritus dejaran su cabeza y su corazón en paz. Ya tenía suficiente con los espíritus que acosaban su cuerpo, lo envejecían; no le daban tregua. Él sabía que ellos siempre ganarían. Siempre lo hacen, en todos los años, en todos los milenios, en todos los tiempos y espacios. Pero ese era su secreto. Él sabía también que eso no importaba. Que el tiempo no importaba, ni tampoco el espacio. Él había superado el miedo a la muerte, el miedo al deterioro, el miedo a no tener lugar ni momento. Sabía, como bien sabían los viejos artesanos del oscilir, que existía un archivo más allá de las leyes y las dimensiones. Ahí, ese archivo, estaba dispuesto, esperando a quien quisiera leerle. El problema, como siempre, era permitirse conectarse a ese archivo. Era ahí en donde tener su mente y su corazón firmes era necesario. Eso sí importaba. Y ahí el tiempo valía, en tanto que la conexión sucedía en un tiempo y espacio determinados. Él también intuía que lo que muchos filósofos, demagogos y cínicos le repetían tenía algo de vacío, que lo que le decían era tal vez una trampa. Y lo era realmente. Eran trampas muy bien hechas para impedir la conexión, para impedir tener fe en algo más allá de la vida que parecía desvanecerse bajo los dientes de los espíritus que comían su carne, sus rodillas, su corazón.

También sabía, mientras caminaba frente a los viejos templos de Lavanda, que su conexión en este momento y espacio era importante en tanto que le permitiría a otros hacer lo mismo. Muchos conectados a uno. ¿Para qué? preguntaba un espíritu, mientras le succionaba la paciencia. Él, porque aún tenía bastante, respondía: estamos aquí, con una suerte de coincidencia ¿no?

«La consciencia se nos ha regalado, se nos ha regalado un cuerpo, unos sentidos y una forma de poder acceder a aquello que está allá afuera. Durante este pasaje, es divertido pasar y jugar. Es divertido darnos cuenta lo mucho que disfrutamos curiosear. De esta manera, la exploración, la creación, la reflexión y la generosidad resultan fundamentales. Así puedo dar cuenta que existen valores y acciones que sobrepasan esta mortalidad de la que nos han dicho que somos esclavos. No lo somos. Esa es la promesa, esa es la otra intuición. De esta manera, de nuevo, se explora por una profunda curiosidad de todo lo que se ha desenvuelto a nuestro alrededor, se crea, pues somos artesanos, nos toca esa parte en este universo, y reflexionamos, nuestra consciencia ata ideas, las proyecta, abre agujeros en el tiempo y nos vemos brincando épocas, mentes, lugares. Y todo ello tiene sentido porque lo compartimos. Soy explorador para los demás, soy creador para los demás, soy pensador para los demás.»

Arkwes despertó esa noche en un hostal, mirando el techo blanco de la litera. Era puro metal.

¿Cómo pudimos haber llegado a este acertijo que parece acosado a fracasar? No. Me niego, carajo. En lo material y terranal es una avalancha de costumbres, hábitos e ideas. Ahí empieza el enfrentamiento, así se crea memoria: en tanto guerrero, rey, mago, amante. Representaciones con máximas y acciones muy concretas.

Arkwes –se escuchó decir, entre las paredes, en otras literas, más altas– hermano, te estas entrenando. Desde tu corazón sabes que puedes influir a tu alrededor, que puedes ver magnificado tu esfuerzo ahí, en el lugar donde tu corazón te dice. Que puedes combatir el pesimismo, la hipersensibilidad, el exceso de información, la relatividad extrema. El abuso de poder, de conocimiento para manipular.

¿Quiénes son mis interlocutores? ¿a quienes les hablo? ¿a quienes les doy mi corazón? –susurró Arkwes, mientras cerraba los ojos y suspiraba, al unísono, tanto él como aquel espíritu que se encontraba en la litera más alta dijeron: Mis interlocutores, aquellos que creen que nada tiene valor.

El espíritu, como revolcándose por la incomodidad de una cama bien tullida le dijo a Arkwes:

«Vamos, vamos, tu trinchera es esta academia, tu espiritualidad está en contar la historia, en leer historias, en leer de historias. De saber del mundo, de la gente, de la mente, de la consciencia. Entonces  –le dijo el espíritu que se encontraba cercano al archivo– por favor, diviértete. Ese es el antídoto a esos pinches espíritus que te están comiendo el alma. Diviértete, a pesar, incluso de, con ellos. CARAJO diviértete. Arráncale una pinche sonrisa a cada rajada, a cada mordida en la que te quiten algo, porque no te quitan nada, tú lo das. En ti hay mucho para dar, dáselos, no hay problema. Dáselos. Y en cada mordida que se va, sonríeles, y recuérdate que puedes divertirte, con el aire, con las hormigas, con los gusanos de tu cadáver, con la tierra, la madera, la lava y el polvo de estrellas. Con el vacío. Ríete, diviértete, y haz lo que de tu corazón brote cuando le des de alimento la flor de jazmín. Es así como se les combate. No se les combate pues, se les abraza, se les acerca al pecho. Se les da calor, y ternura. Hablo de ternura compañero. Cada vez que venga un espíritu a pedirte algo, dáselo y sonríe y diviértete. Deja que se lo lleve. Dale más de lo que te pide. No temas compartir. Y si se tira al suelo, entonces de ahí brotará un árbol. Sombra y frutos.

El espíritu que se lleva algo no te impedirá seguir haciendo lo que sientes. Ya no tienes miedo a la mediocridad fingida e impuesta, ya eres libre de la presión de ser algo que otros quieren. Keep going, keep doing, have fun.

Ya eres algo, eres un explorador, un creador, un pensador, un compartidor (y aquí el límite de tu lengua materna).

Eres un artesano, y así como te dijeron en sueños, eres un poeta. Porque no hay otra forma para ti de vivir este mundo. Hago poesía en voz alta.»

¿Cómo dejamos que eso se nos olvidara? –volvió a susurrar Arkwes, sin abrir sus ojos.

En un sueño, volvió a transportarse frente a las puertas en forma de triángulo en donde los dones y las maldiciones se les daban a aquellos que salían del archivo. Es una puerta a la que no se le puede dar la espalda. Pero frente a Arkwes, estaba todo lo demás. Todos los demás. Entonces, se dio cuenta que movía sus labios y que movía su garganta y su voz, y se escuchó decir:

Yo vengo a decir que las cosas van a estar mejor, a decirles que pueden estar mejor, que hay que leer, que hay que conocerse a uno mismo y al mundo, que hay que hacer preguntas, que hay que tratar de responderlas, que hay que crear, que hay que abrazar nuestra posición en el mundo que nos tocó, que hay que transformar, que hay que hablarnos y escucharnos CARAJO. Yo vengo a combatir el snobismo, el intelectualismo, el academicismo, les vengo a arrebatar la magia a esos que la han utilizado para manipular a otros, a los que sólo han tratado a las personas como medios para sus fines. A los que no han sabido ser magos. Vengo a asistir al rey, a ayudar a entrenar al guerrero, a darle las llaves del corazón al amante.

En la litera, en un hostal de Lavanda a las tres de la mañana, mientras Akrwes lloraba en un silencio que a veces se rompía por los que llegaban noche a dormir, volvió a sentir su voz llamar. Dijo esto, como muy adentro, pero con la necesidad de que por lo menos el viento se llevara esta plegaría a alguien, a algún lugar, a adentro: Ayúdame, dame fuerza, sabiduría, serenidad, curiosidad, paciencia y compasión para lograr esta consigna, este juramento. Quiero hacer de esta vida, de este pasaje, de esta coincidencia, una hermosa aventura de descubrimiento y asombro, a todos y para todos.

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